Physical Address
304 North Cardinal St.
Dorchester Center, MA 02124
Physical Address
304 North Cardinal St.
Dorchester Center, MA 02124


Los del Coro Infantil del Orfeón Catalán cuentan entre once y diez y seis años de edad. Pichoncitos bien acoplados. Son las doce de un domingo luminoso en el Palacio de la Música de Barcelona. El patio está al completo y el primer balcón también. La directora venezolana María Guinand hace un gesto y todos comienzan a hacer movimientos circulares, abren y cierran las manos, balancean sus cuerpos hacia los lados, marcando el ritmo con el talón. Sus hombros bajan y suben. Las manos derechas frente a la cara niegan con los índices. Precisos como guardias suizos, pero sin esos atildados uniformes ni mucho protocolo. El concierto se inicia con La Opereta Ecológica, tal como está en la partitura que el maestro Alberto Grau escribió en 1999. Segundos después, susurran todos: “Empezó una ronda”.
La ronda que nunca se acaba es el nombre de este concierto-homenaje a Grau, quien a su vez se inspiró en la obra Siempre amanece, publicada un año antes por el poeta y periodista margariteño Jesús Rosas Marcano (1930-2001).
“Es un canto a la vida lleno de optimismo, a partir de la personificación de los elementos de la naturaleza (viento, mar, río, árbol). Jesús Rosas Marcano es, para los venezolanos, el ‘poeta de los niños’, con una poesía arraigada al pueblo que transmite valores de cohesión y justicia social”, explica en el programa de mano Aina Vega, doctora en Filosofía de la Música y periodista cultural.
Yo soy el viento de la montaña
pongo en la fronda mi remolino,
yo hago que dancen todos los juncos
que cada caña tenga un silbido.

Ha entrado en hervor la sección rítmica, es el momento en que los coralistas deben demostrar que los catalanes sí pueden quebrar las caderas y soltar los pies. Son cuatro los percusionistas, dos catalanes (Pau Casan, piano; Jaume Rius, cajón flamenco) y dos venezolanos (Miguel Galián, congas; Leo Aldrey, bongoes). Evocan el sonido del Caribe urbano.

La noche anterior, la pareja Grau-Guinand había abierto las puertas de su apartamento, a dos palmos de la inconclusa Sagrada Familia, a un grupo de coralistas venezolanos que habían viajado desde Madrid para expresarles su admiración y cariño a propósito de este homenaje en Barcelona, y completar también entrevistas para el Proyecto Documental que se realiza como parte de las iniciativas de CUSIB Global, asociación civil Coralistas de la Universidad Simón Bolívar. La primera coral de la USB la fundó Grau en 1970, justo cuando nació la U en Sartenejas.

La casualidad estipuló que en el Palau coincidiéramos el domingo 1-6-25 otros dos de sus antiguos alumnos, los periodistas María Teresa Romero y Omar Pineda, para recordar los suplementos infantiles La Pájara Pinta en El Nacional, Glo-Glo en El Globo, Ventana Mágica en el Diario de Caracas…
Me dieron la oportunidad de hacerle una pregunta al Maestro. El tema era la figura de Jesús Rosas Marcano, quien había sido mi profesor en la Escuela de Comunicación Social de la UCV. En su seminario Crónicas, había puesto una tarea a los cursantes. 15 días después apareció mi trabajo en el diario El Nacional, donde yo laboraba como diseñador gráfico de la sección deportiva. El dueño del periódico, novelista Miguel Otero Silva, la leyó, y preguntó ¿quién es este? “Lo tienes aquí cerca, está en el cuarto piso”, le respondió el jefe de Opinión Julio Barroeta Lara. MOS subió y me felicitó.
-Con Rosas Marcano tuve una amplísima relación, dice Alberto Grau. Era un hombre muy desprendido. Muchas veces le pedí que registrara su obra musical. Le llevé las planillas de Sacven, la sociedad de autores. Siempre me respondía que el fruto de su trabajo era “para la humanidad”.

Muchas de sus obras aún forman parte del tarareo musical del venezolano. Desde Un negro como yo y Botaste la bola hasta María Paleta y El Cocoy que alumbra. Esos royalties cayeron en otros bolsillos.
Alberto Grau escrutaba desde el primer asiento del primer balcón del Palau. Todas las obras del programa habían sido arregladas por él. Se habían unido el Coro Juvenil de Palau Vínculos y los coros del SCIC (Secretariat de Corals Infantils de Catalunya). Más de ciento diez personas en escena. Interpretaron dos de Las cinco canciones de San Pedro; la mexicana La Cucaracha; Brujas y hadas; las catalanas Juan del Río y San Juan y San Martín.
Y llegó la hora de cerrar:
Empezó una ronda que nunca se acaba
el agua era fría, la tierra temblaba
y Dios hizo el sol para calentarla.
La tierra y el cielo eran una cosa
una nuez gigante, una inmensa ostra.
Dios para separarlos construyó el firmamento
lo llenó de nubes, lo llenó de viento.
Al término de la función, los coralistas de la USB en el destierro empezaron a intercambiar impresiones sobre lo que llevarán al 25º Choralies, el festival coral más grande del mundo, que reúne a unos 4.000 coralistas en Vaison-la-Romaine, al sur de Francia, entre el 30 de julio y 7 de agosto de 2025.
(Fotos de Elssen Lombó y Víctor Suárez)