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Una fosa común vacía, excavada por las fuerzas del régimen en las afueras de Damasco, está flanqueada por otras que, evidentemente, ya se utilizaban para ocultar los cuerpos de las víctimas.
El dolor que dejó Bashar Al Assad en Siria: Pulitzer 2025 al mejor reportaje fotográfico
En diciembre de 2024, poco después del derrumbamiento de la tiranía de la dinastía Assad en Siria, el laureado reportero de guerra Jon Lee Anderson y el fotógrafo Moisés Samán fueron enviados por la revista New Yorker a Damasco. Recorrieron las cárceles, los cementerios, los despojos de una ciudad que había sufrido una guerra civil durante 14 años. En esa guerra se perdieron 600 mil vidas y 14 millones de personas fueron desplazadas de sus hogares; la mitad de ellos huyeron del país.
“Las fotografías de Moisés documentan el funcionamiento de un vasto aparato de seguridad estatal”, reseñó Anderson. “Junto con la evidencia física de la violencia, había un registro menos evidente de pérdidas humanas, un fenómeno que Moisés observa con singular sensibilidad y habilidad”, dice en su reporte “Siria enfrenta su pasado y su futuro”.
A la izquierda, esposas cuelgan de la puerta de una celda en la base aérea de Mezzeh. A la derecha, un cartel roto que representa al presidente Bashar al-Assad, en Damasco.
Por su trabajo en Damasco para New Yorker, Moisés Samán fue galardonado con el Premio Pulitzer 2025 en la categoría Mejor Reportaje Fotográfico, anunciado el lunes 5 de mayo en Nueva York.
Samán nació en Lima, Perú, en 1974, en el seno de una familia mixta española y peruana. A la edad de un año, se mudó con su familia a Barcelona, España, donde pasó la mayor parte de su juventud. Estudió comunicación y sociología en la Universidad Estatal de California, Estados Unidos, graduándose en 1998. En la actualidad vive en Ammán, Jordania.
Según la agencia Magnum, que promueve su portafolio desde 2010, “Samán combina la fotografía tradicional de conflictos con una perspectiva profundamente personal. Durante más de 10 años, se ha preocupado por el impacto humanitario de la guerra en Oriente Medio, documentando tanto la primera línea del sufrimiento diario como los breves momentos en la periferia de los acontecimientos más dramáticos”.
(Las leyendas de las fotos son las originales que redactó Jon Lee Anderson para la edición del 30-12-2024 de New Yorker)
En un sótano de la base aérea de Mezzeh, en Damasco, el régimen recluía a opositores en celdas estrechas y sin ventanas. El centro era conocido por el trato brutal que infligía a los prisioneros. Entre los encarcelados y torturados se encontraba el reconocido activista Mazen al-Hamada.El complejo de seguridad de la Sección Palestina, en Damasco, se ha convertido en sinónimo de tortura, desapariciones y condiciones inhumanas. Los relatos de los sobrevivientes describen celdas horriblemente abarrotadas, interrogatorios implacables y abusos sistemáticos.Motasem Kattan, un exdetenido de la Sección Palestina, recrea su terrible experiencia mientras su padre observa.Un instrumento de tortura hallado en el sótano de la prisión de Al-Khatib, operada por los servicios de inteligencia sirios. La prisión, ubicada en un barrio cristiano de clase media de Damasco, estaba oculta a la vista, pero los vecinos afirman que a veces oían los gritos de los detenidos.En la morgue del Hospital Al-Mujtahid, en Damasco, yace en una camilla el cuerpo de un recluso de la prisión de Sednaya. El hombre fue ejecutado y le arrancaron los ojos.Sednaya, al norte de Damasco, es uno de los centros de detención más conocidos del mundo. Durante la guerra, el régimen retuvo en Sednaya a innumerables activistas, presos políticos y civiles, donde fueron sometidos a inanición, tortura y ejecuciones extrajudiciales.Vehículos circulan por una calle llena de escombros en Jobar, al este de Damasco. En 2013, el régimen presuntamente empleó gas sarín contra la población civil, como parte de una serie de devastadores ataques químicos en la zona circundante ese mismo año.Los fieles se reúnen en el patio de la Mezquita de los Omeyas para la primera oración del viernes desde la caída del régimen de Asad. También conocida como la Gran Mezquita de Damasco, es una de las mezquitas monumentales más antiguas que se conservan en el mundo.Tasmeen Khalid, de quince años, sostiene a su hermano de siete años, Mohammed, frente a su casa improvisada en medio de edificios destruidos en el campamento de Yarmouk, un asentamiento histórico para refugiados palestinos en Damasco.Un hombre se encuentra en un cementerio dañado por los bombardeos, en Jobar, una de las zonas más disputadas durante la guerra civil.En el funeral del activista Mazen al-Hamada, cientos de familiares y simpatizantes se congregaron para llorar su pérdida y expresar su solidaridad. Su cuñada, Majida Kaddo (centro), no pudo verlo durante años, antes de que se descubrieran sus restos cerca de Damasco.Cientos de dolientes marchan por Damasco durante el funeral de Mazen al-Hamada. Tras ser encarcelado por activismo prodemocrático, Hamada se vio obligado a abandonar el país. Regresó en 2020 y fue arrestado de nuevo rápidamente.La familia de Mazen al-Hamada recibe visitas en su casa. En el centro están su hermano mayor, Fawzi, y su hijo, Jad.En una oficina del complejo de la Rama Palestina, los escritorios están repletos de papeles abandonados por agentes de seguridad que huyeron. Los documentos, muchos marcados con sellos oficiales y anotaciones codificadas, contienen pistas sobre las atrocidades del régimen. Algunos detallan órdenes de arresto y transcripciones de interrogatorios, y otros contienen los nombres de prisioneros o registros de operaciones de vigilancia.Los visitantes de la Sección Palestina encontraron fotografías de prisioneros, probablemente tomadas durante los procedimientos de admisión o interrogatorios. Para muchos detenidos, las expresiones capturadas aquí —algunos con la mirada perdida a la cámara, otros visiblemente asustados o desafiantes— podrían ser el único rastro restante de su existencia.En un centro de detención de la base aérea de Mezzeh, unos documentos abandonados contienen registros de un sistema de represión mantenido meticulosamente, con nombres, fechas y acusaciones garabateadas en las páginas.Decenas de cadáveres recuperados de una fosa común en las afueras de Daraa están almacenados en una morgue de la ciudad de Izra.