Physical Address
304 North Cardinal St.
Dorchester Center, MA 02124
Physical Address
304 North Cardinal St.
Dorchester Center, MA 02124
Víctor Suárez
Dos venezolanos completan la cuádruple sombra del papa Francisco, que se proyectó durante su mandato eclesial y persiste después de su fallecimiento el 21 de abril. Si lleváramos el asunto a la jerga política habitual, uno fue su ministro de Relaciones Interiores, y el otro es jefe del partido político que le sostuvo durante los doce años de mandato pontificial.
Edgar Robinson Peña Parra es maracucho (6 de marzo de 1960), Arturo Marcelino Sosa Abascal es caraqueño (12 de noviembre de 1948). Peña se formó en el Instituto Universitario Seminario Santo Tomás de Aquino en San Cristóbal, una entidad inspirada en la congregación de los eudistas, fundada en 1643 bajo el título de Congregación de Jesús y María por el sacerdote francés Juan Eudes. Los eudistas tuvieron por rivales a los jesuitas, hasta que estos fueron suprimidos por el papa Clemente XIV en 1773. El benedictino Pío VII restableció a la Compañía de Jesús en 1814.
Arturo Sosa salió de las aulas de la jesuita UCAB, como licenciado en Filosofía, y de la UCV como doctor en Ciencias Políticas.
Si se compararan las trayectorias sacerdotales de ambos, pelo a pelo, Peña Parra se llevaría por los cachos a Sosa Abascal. Pero acá se trata de dos ámbitos distintos, uno en estado clerical, el otro en estado seglar. Uno se refugia en la burocracia vaticana, mientras que el otro se sumerge en el discernimiento, en comprender las fuerzas motoras de la historia desde los márgenes de la iglesia visionada por San Ignacio de Loyola en 1540.
En enero de 1975, en la olla del Poliedro de Caracas, le vi rumbeando con una chica ucabista mientras el boricua Andy Montañez y el Gran Combo de Puerto Rico interpretaban un magnífico arreglo de “Cunaviche adentro”, de Alí Primera, en el primer Festival Internacional de la Salsa.
Veinte años después Sosa fue designado Superior de los jesuitas en Venezuela. En el interín se desempeñó como director del Centro Gumilla y director de la revista SIC.
En 2016, resultó Prepósito General (quien preside o manda, según la RAE) de la Compañía de Jesús. Es el primer no europeo en ocupar dicho cargo.
FLECOS DE PEÑA PARRA
Cuando le llaman a Roma en agosto de 2018, Peña Parra servía en Mozambique, como nuncio. La responsabilidad que le conferían era suma. Sería el Número Tres en la jerarquía encabezada por Francisco I. “Se convirtió en el venezolano más destacado de la curia romana, comparable sólo con el histórico cardenal salesiano Rosalio José Castillo Lara, presidente de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica y presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano”, escribió entonces el periodista Carlos Zapata, exdirector del Diario Católico de Venezuela. Había pasado por Kenia, Yugoslavia, Suiza, Sudáfrica, Honduras y México. Habla seis idiomas.
Así como se le llama “Prepósito” al Superior General de los jesuitas, al jefe de Asuntos Generales del Vaticano se le llama “Sustituto”. Actúa como segundo al mando del Secretario de Estado de la Santa Sede (el también cardenal Pietro Parolín).
Peña Parra respondía por la agenda diaria del papa y supervisaba los asuntos de política interior de la Santa Sede, además de estar relacionado con todas las nunciaturas. A su cuidado, el sello papal y el anillo del pescador, signos de la identidad del sumo pontífice. Es la cara que se expone ante casos difíciles y escabrosos, como el juicio al que le citaron en Londres con motivo de una estafa inmobiliaria en el que estuvo involucrado su antecesor en el cargo, el cardenal italiano Giovanni Angelo Becciu (condenado a 5 años y medio de prisión), el mismo que ahora reclamaba que, aunque excecrado de la curia por Francisco I, tenía derecho a participar en el cónclave que se inicia el 7 de mayo. El pasado martes desistió “para no dividir a la iglesia”. Becciu es el primer cardenal en ser declarado culpable y sentenciado por un tribunal del Vaticano.
El año pasado Peña Parra se vio envuelto en un “lío doctrinal” por su intento de restituir a la vida clerical a un sacerdote que había sido expulsado de la iglesia por abusos sexuales a menores en Argentina. El arzobispo John Joseph Kennedy, jefe de la sección disciplinaria del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, declaró nula una orden de la Secretaría de Estado, firmada por el Número 3 del Vaticano, que pretendía revertir la laicización de Ariel Alberto Príncipi.
En junio de 2019, el exnuncio apostólico en Estados Unidos, monseñor Carlo María Viganò, ofreció una entrevista a The Washington Post, en la que, entre otros temas, pedía la dimisión del papa Francisco y también se mostraba contrario a la designación de monseñor Peña Parra como director de Asuntos Generales del Vaticano. Le acusaba de abuso sexual y corrupción, pero, reclamó, que esa parte de sus respuestas no fue publicada.
Un mes después, el italiano Viganò resolvió entregar al portal www.lifesitenews.com la versión total de sus declaraciones al Washington Post, en las que detalló el caso Peña Parra.
Recordó que en 1990 Peña Parra fue acusado de haber seducido a dos seminaristas menores de la zuliana parroquia de San Pablo. El suceso tuvo lugar en la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, Cabimas, donde era párroco el reverendo José Severeyn, quien fue posteriormente expulsado de la parroquia por el entonces arzobispo Roa Pérez, gran valedor de Peña Parra para que fuera llamado a cursar estudios diplomáticos en Roma.
Según el exembajador Viganò, el Papa ignoró un dossier enviado por un grupo de fieles desde Maracaibo, titulado «¿Quién es realmente Monseñor Edgar Robinson Peña Parra, nuevo Sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano?«.
En julio de 2024, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe excomulgó a Viganò al declararlo culpable del delito de cisma.
En una de sus últimas decisiones, el pasado 25 de febrero Francisco I recibió a sus lugartenientes Parolín y Peña Parra en el hospital Gemelli con el fin de oficializar la firma de los protocolos confirmatorios de la canonización del beato José Gregorio Hernández. Ese lobby fue largo. Peña Parra se había reunido dos veces con Nicolás Maduro en Caracas y le escoltó en sus dos viajes al Vaticano.
JESUITAS INFLUYENTES
En el caso de Sosa Abascal, el asunto es distinto y vitalicio. Bergoglio era el único jesuita en el cónclave que lo eligió. Allí, la congregación no era fuerza numérica sino hálito espiritual que llamaba a la acción. Aunque los jesuitas estaban detrás de la mayoría de las decisiones del papa, o las inspiraban o las impulsaban, no las determinaban.
El 21 de abril, lunes de pascua, cuando anunció la muerte de Francisco I, desde su centro de operaciones en la calle del Espíritu Santo número 4, a 500 metros de la Santa Sede, Sosa recordó lo que le dijo el día de su elección como Superior General: “El jesuita es un servidor de la alegría del evangelio”.
Los jesuitas no serán muchos, 14 mil en todo el planeta, pero muy presentes en las alturas del poder sin necesidad de ejercer cargos sustantivos en la estructura de la iglesia.
El camarlengo Kevin Farrell dejará de serlo en cuanto surja la fumata blanca, y el cardenal Pietro Parolín, aunque “papábile”, también dejaría la cancillería vaticana en tanto el nuevo papa designe su gabinete.
Peña Parra no tiene asegurado su esplendor. No es el caso de Arturo Sosa, cuyo cargo es vitalicio.